El demonio coreográfico del nacional-catolicismo en la posguerra franquista
Algunos dirán que es inútil tratar de relatar los hechos uno a uno en orden cronológico y dar detalles particulares de cómo levantó la ceja derecha en señal de desprecio. Julieta pensaba que cuando un cuerpo está cansado de tanto baile la energía que le queda debería ser gastada en cachetadas o en gritos de auxilio. Agolpado en un espacio clandestino el tumulto vitorea por llegar al final de otra semana. Los atletas esperan el disparo que en la contemporaneidad es más digital que análogo. Los que se sienten con más habilidad por llegar antes a la meta en menos tiempo, esperan empapados en vanagloria y piensan que será otro circuito más terminado en victoria. Nadie se conforma en esta carrera por el segundo puesto porque eso los dejaría con la tajante sensación de que desperdiciaron su membruda figura. Aquí no existen los entrenadores. En el otro extremo los sonidos invaden cada fibra de un ser fuera de si. Es un ritual dentro de la comunidad hacer los movimientos con simultaneidad. Les da una estética armonía catártica. Si es verdad que se ve bien cuando seis caderas se balancean al mismo tiempo mientras los saxofones golpean notas extensas que suben y bajan. Eres tan vanidoso, crees que esta canción es por y para ti. Sin embargo estás acá, pegada a mi cuerpo, porque sabes que puedo seguirte el paso, no te hagas la que no quiere, si solo vas a pasarla bien déjame darte unas cuantas vueltas — a fuerte y áspera voz — , nada me causa más placer que sólo verte sonreír. Un baile y desaparezco; es promesa.
No va sola esta vez. Esa calma perdida en las alcantarillas ahora se personifica en un tambaleante hombre que busca un carrito de perros calientes mientras trata de ocultar unos pequeños eructos. Los que terminaron atrás en busca de su calor se sienten miserables. Lo son. Nunca los acogieron bajo brazos de cariño más si los despreciaron por otros ímpetus químicos. La situación lo demandaba porque no había para comprar leche en polvo. Desde un promontorio aquellos oprimidos eran, son y serán lanzados en picada por esa mano codiciosa decorada en esmeraldas. La violencia era la fuerza que causaba la combustión en sus cerebros, apagados y vacíos, que no dejan entrar la dimensión colosal de la ternura y del cosmos en constante movimiento a la manera de esos cúmulos de cuerpos que danzan y explotan con la ayuda de sus glándulas al desgarrar estructuras moleculares. Una brisa de aire tranquiliza siempre que puedas detenerte a cerrar los ojos y dejarla entrar. Mándame un mensaje de texto cuando logremos llevar escáners cerebrales en el bolsillo. En ese momento no será un mensaje de texto sino un tren de pensamiento expuesto dentro de mi a modo de recuerdo. Podré ver con extrema y colorida claridad todo lo que quieras decirme pero que no puedes poner en palabras. Nadie nunca más podrá soltar una risa. Todo será tan evidente como un moretón y tan espontáneo como el olor de la carroña.
Los crujidos de las hojas suenan más fuerte que el ladrido de un perro viejo. El silencio en la calle se hace bolsa para que un camión de basura lo recoja. Arriba las cotorras discuten. Abajo los amantes se quitan las legañas. Adentro los corazones palpitan. Estamos en crisis y me quitaste el afán. Cállate que quiero seguir durmiendo.
Ni el fuerte reflejo de la avenida en el vidrio protector podía ocultar la jugosidad de las naranjas que se arrumaban en el cajón. Las luces de neón de enfrente titilan hasta apagarse y los sensuales maniquíes son llevados detrás del terciopelo rojo.
¿Alguien puede explicar el brillo del romance?