"It’s a funny thing about trying to tell the truth. When I began the story I felt the pain of Bernadette so heavily that I overlooked the victim. (…)
The first night I was there I hallucinated the dark figure in my motel room."

-mini ensayo-
Esta película entra en la dialéctica formal más narrativa que alguien como Benning podría intentar hacer.
En principio, para recontar los hechos ocurridos con precisión (a pesar de que existan más de veinte años de distancia entre los eventos) se necesita recurrir a una cantidad importante de material de archivo y evidencia. Se llegan a usar los testimonios reales de los asesinos pero además, lo más seductor de esta exploración docu-dramática radica en la mera superficie.
Con superficie me refiero a varias cosas: la pantalla, los rostros, los mapas y los espacios reales. Tal vez también al montaje en sí mismo, en la totalidad.
Dado el caso, el ritmo y los planos, como en casi todas las películas de Benning, exige un esfuerzo adicional del espectador; un esfuerzo meditativo. La idea de que un paisaje sea uno de los estímulos más pesados dentro de la experiencia de quienes los ven y lo habitan determina a su vez el proceso del pensamiento espectatorial. Lo que más me introduce en las películas de Benning es que intenta eliminar el tiempo. Pero para él, establecer los espacios es lo más importante. De allí que ambas interpretaciones no tengan su contraplano o que la perspectiva del jugador de tenis esté tan fija. Lo importante está en que luego nos demuestra que hay otra parte oculta. La cancha llena de pelotas y las voces de quienes hacen las preguntas.
Otra cosa es que los dos actores que interpretan a los asesinos profesan un semblante sin afección. Es imposible la lectura de estos rostros y dentro de la comunicación, las micro expresiones faciales son lo que nos ayuda a entender los verdaderos pensamientos. Existe un dolor y existe un lugar pero como los mapas, la información está incompleta. Trata de acercarse lo más posible a la realidad pero no lo logra.
También pensé en averiguar de qué se trataban esos pequeños espacios negros, como de puntuación, que estaban a lo largo de la película. Primero los tomé como algo pragmático, algo que ayudara a dividir los cortes para no crear una sensación tan abrupta de continuidad. Luego, algo más surgió, justo al momento de crear la idea, me detuve por un momento y apareció. Así creo que funciona la memoria. Para encontrar un evento o para inventarlo es necesario ese corte a negro.
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